Cuando termina cada encuentro me siento
mucho más ágil y a medida que pasa el tiempo, esto lo noto cada vez
más, a pesar de mis 80 años ya cumplidos.
Siento
todo el cuerpo mas liviano, mis articulaciones más flexibles, puedo
agacharme con más flexibilidad. Estoy más relajada, hasta mi mente se
tranquiliza. Obviamente siempre hay algún dolorcito reumático.
Ante
tu habitual sugerencia he comenzado a salir a caminar, sabes que soy
muy perezosa para hacerlo, en realidad nunca me gustó demasiado, pero sé
que me hace bien, y más después de estos meses de encierro. Me pone en
contacto con la gente, con el sol, y la naturaleza. Aunque vuelvo
cansada, estoy más contenta y relajada.
Lo que si extraño son los masajes que tanto bienestar me traían. Ya llegarán nuevamente.
Nilda Camilluci- 80 años
Jubilada administrativa- Tejedora
(Testimonio dado durante la pandemia de COVID19 en el que mantuvo tratamiento virtual)
Hola, soy Marcelo , tengo 46 años, soy flaco y mido 1,83 de altura, y
desde los 20 empecé a tener molestias lumbares fuertes, que a veces me
imposibilitaban hacer mis actividades cotidianas (manejar, andar en bici,
tocar batería y dejé de jugar tenis).
A veces las molestias se convertían en dolores tremendos y directamente tenía que quedarme en casa por semanas.
Me
hice una resonancia en ese momento y salió que tenia hernias de disco
lumbar, y empecé tratamiento de acupuntura y masajes que aliviaban
pero no del todo, y yo seguía sin hacer actividades esperando que alguna
vez pasara el dolor.
Igualmente salvo jugar tenis, seguí haciendo cosas, tocando música, pero no jugué al tenis mas.
Fui probando tratamientos que aliviaban pero el dolor no desaparecía, sobre todo al pararme después de estar sentado.
Incluso me hicieron un bloqueo con una jeringa gigante en la columna y nada.
Experimente algunas técnicas, según parecía tenía una contractura lumbar tremenda, años sin tratar.
Volvi a jugar, pero al terminar
la clase seguía con molestias en el ciático por ejemplo, o si no
precalentaba era muy probable que me quedara duro en medio de la clase
y ese tremendo dolor duraba días o incluso meses.
A partir de mis 30 años 2 veces por año
tenía episodios de quedarme duro y en casa días a semanas.
Desde
hace 2 años, y después de probar yoga, natación, gimnasia funcional sin
resultados contundentes, empecé a trabajar con Eugenia y las mejoras
fueron inmediatas; con esa combinación de estirar y fortalecer, con
técnica tranquila pero exigente, empiezo a sentir fortalecimiento y
elasticidad.
Cualquier molestia o contractura en pocos días u horas desaparece.
Empecé
a tener mejor perfomance jugando al tenis, y desde hace un año
practicamente no he tenido episodios de quedarme duro en cama, e incluso
después de alguna actividad exigente no quedo con las molestias o
dolores de antaño y eso es una maravilla al poder jugar con mi hija sin
molestias, poder tocar varias horas y jugar al tenis.
Marcelo Mapelman- 46 años
Músico y papá de dos niñas
DNI 23.771.502
Cuando por fin di con Euge mis mellizos tenían 7 meses, había bajado sin
problema los 18 kilos engordados en el embarazo, había hecho cuatro
meses de pilates pero me veía cada vez peor. Y me ofrecieron el asiento
en el subte dando por hecho qu estaba embarazada. Ahí me di cuenta que
algo iba para atrás.
Lo cierto es que más allá de
los abdominales lo que descubrí en seguida con Euge es que había perdido
algo así como el eje, y si bien eso era cierto en todo aspecto por la
vida con los mellizos, también había perdido el eje de mi cuerpo. Hasta
la forma en que me paraba era sacando panza, quebrando la cintura para
adelante, con los hombros encorvados. No lograba reconocerme en ese
cuerpo.
Con Euge empezamos muy despacio a
trabajar el centro, la postura, la forma de pararme, de respirar, hasta
de toser. Empecé otra vez a tener conciencia de un cuerpo en el que
volví a sentirme cómoda.
Algo que me pasaba era
que no tenía de donde agarrarme, el hueco que habían dejado los
mellizos en sus 38 semanas adentro de la panza parecía un vacío del que
yo no podía agarrarme. No podía sentarme, incorporarme ni pararme
derecha.
Sobre todo lo que tuvo de genial los
encuentros con Euge es que me divertí, que me ayudó a estirarme,
descontracturarme cuando habíamos tenido una noche terrible y yo estaba
más enroscada que de costumbre, me ayudó a relajarme con ciertas cosas
de mi propio cuerpo y supo mantenerme entretenida con ejercicios fuertes
o más circenses cuando veía que estaba desconectada.
Con
Euge logré estar parada esperando un colectivo pensando en ajustar el
centro, meter panza y trabajar los abdominales con naturalidad
aprovechando los minutos. Aprendí a ir caminando derecha sintiéndome más
alta, más larga, que antes. Y aprendí a darle tiempo al cuerpo, a
disfrutar el proceso y a tenerme más paciencia.
En
las últimas semanas me dijo una vez que metiera panza. Y casi lloro
cuando logré meter panza. Parece una estupidez, pero desde pasados los
tres meses de gestación melliza yo no había vuelto a meter panza. Había
perdido por completo la forma de meter panza, eso que una hacía desde
chiquita jugando. en los últimos dos años, si me decían: meté panza, no
sabía como hacerlo. Ahora meto panza y aunque todavía me falta mucho
para volver a verme bien del todo, estoy feliz con lo que logramos
juntas.
Graciela Lamouret
Periodista y mamá de mellizos
Comencé el
trabajo con María Eugenia después de dos cirugías de columna por
aplastamiento de vértebras debido a la osteoporosis. Me habían
quedado dolores musculares relativamente intensos en la espalda,
hasta cierto punto esperables en el pos operatorio y también en la
pierna derecha dado que en la segunda cirugía me habían tocado la
raíz del nervio ciático.
Estaba muy limitada, con sensación de
invalidez y mi imagen corporal se había venido abajo.
De ser una
persona activa, que trabajaba, hacía yoga y caminaba habitualmente, me sentía transformada en una anciana. Cualquier actividad cotidiana
resultaba dolorosa. Mi sensación era que nunca iba a recuperarme.
Poco a poco, con el tratamiento fui
dándome cuenta de cómo manejar el dolor, qué movimientos, posturas
e incluso actitudes internas debía ir modificando para que el cuerpo
se fuera acomodando. Es una tarea artesanal, de a dos, con un
intercambio muy rico donde se va serenando el cuerpo y eso que
algunos llaman alma. Gané en agilidad sin darme cuenta, acepté mis
límites, y sobre todo siento un inmenso placer ante la sensación de
armonía que se logra.
Todavía sigo en este proceso, voy
descubriendo como superar las molestias que todavía quedan, con qué
se relacionan y aprendo a escuchar mi cuerpo. Esto me permite ampliar
mis posibilidades y disfrutar de las oportunidades que se presentan.
Marita Varela- 70 años
Abuela y Lic. en Trabajo Social
DNI 4.990.743
Euge!... Lo primero que
me sale es recordar mis intenciones al comenzar a trabajar juntas,
yo queriendo… (me sonrío porque si hay algo que me estás
enseñando es que no es tanto lo que quiero sino lo que puedo), como
te decía… yo queriendo recuperar el físico que tenía y terminar
o mejor dicho comenzar a entender que ya no se recupera aquello que era sino que se construye. Se construye con lo que quedó, con
lo que hay, con lo que se puede, con lo nuevo, y que te vas armado,
haciendo e inventando junto con la esencia de uno en un continuo
movimiento. Iba a utilizar la palabra ejercicio pero es muy pobre su
definición para intentar contar lo que hacemos.
Y sí... no es fácil
tampoco es que sea difícil sino que se necesita encontrar y aceptar
a personas como vos que tienen mucha, mucha generosidad, mucho
profesionalismo, mucho don de gente, mucho amor a la profesión y
aprender que hay que entregarse y entregarse a esa propuesta y a
aceptar la ayuda, aunque cueste, porque pienso que solo así se
puede ir creciendo y sanando o tal vez más sanando que creciendo.
Si bien a veces requiere
bucear en lugares donde nunca se quiso o nunca se pudo, te das cuenta
que cuando lo intentas a veces podes ver que se puede salir
perfectamente a la superficie y más livianos de lo que entramos,
otras no pero por lo menos se ha hecho el intento y para algunas, no
es el momento y estos son los resultados maravillosos de tus
ejercicios!!??
No es acaso Asombroso!!
Aún hoy después de varios meses de trabajar juntas, sigue
sorprendiéndome cómo es posible movilizar cosas con ejercicios que
a simple vista pueden ser sencillos y desencadenar emociones tan
fuertes y complejas, y la mejor parte de esto es que lo podes hacer
con la seguridad de estar siempre contenida y cuidada por vos.
Es
un poco complejo describir nuestros encuentros semanales porque más
allá de la rehabilitación física, está la rehabilitación
emocional que me brindas con tu trabajo y ambas están unidas. Pero
sí está bueno destacar como poco a poco y literalmente paso a
paso y ejercicio tras ejercicio se puede comenzar nuevamente a
mover el cuerpo desde lugares conocidos y desconocidos, con dolores
(por supuesto hablo de dolores saludables!) y sin dolores, con risas
y con llantos y que siempre, clase a clase te insuflan vida, alegría
y esperanza en que se puede. Y en esta etapa esto es mucho, sin lugar
a dudas.
Solo me resta decir
gracias!, gracias! Y mil gracias!
Silvina Clermont-50 años
Estudiante de piano y pintura
Secretaria administrativo contable
Recuperada de un mieloma múltiple
DNI 17.170.781
"Es interesante constatar que de forma lúdica y
con dinámicas se puede ir jugando y aprendiendo y conociéndonos más, casi sin
darnos cuenta".
Casa Hermanas Mayores Franciscanas Misioneras de María- San Fernando, Buenos Aires
Religiosas entre 70 y 100 años
Me acerqué a las clases de María Eugenia en búsqueda de un alineamiento corporal después de mi parto. Me sentía corrida de eje, dolorida de cargar a mi beba en brazos, y toda mi espalda y mis caderas eran como huesos dislocados. Clase tras clase no sólo pude sentirme mejor sino que redescubrí mi cuerpo! De chica había tenido una escoliosis, y salvo por las clases de yoga o natación que pude hacer para mejorar, nunca me había puesto a “sentir” mi escoliosis. Con algunos ejercicios sencillos guiados por María Eugenia, llegué a emocionarme bastante de poder conectar con mi cuerpo de una manera nunca antes vivida. No sólo físicamente me sentí mejor sino que emocionalmente también y a partir de ahí, unas cuantas trabas internas pudieron hacerse concientes y encarnadas. En total fueron pocas clases, alrededor de tres meses, ya que luego me mudé a otra ciudad. Pero el proceso fue intenso y revelador, y en mi caso además de ayudarme a “pasar agradablemente” mi cotidianeidad también me ayudó a develar una parte olvidada y oxidada de mí misma. Esto mismo aceleró mi decisión de salir adelante con mi proyecto de mudanza. Recuperé el aire en el cuerpo, el aire en mi mente, y me lancé a volar.
Sofia Alberro – 30 años
Madre y profesora de música
DNI 28.506.067